Pollo en salsa de recuerdos

Un pollo troceado, sin desprender la piel, que me dejé, que me quitastes. Lo sal pimentamos y le añadimos a modo de lagrima, que me quedo de tí, un fino hilo de miel. Movemos y dejamos a un lado, como lo hicistes conmigo.

Ponemos aceite a calentar, un dedo, sobre una de barro, como los pies que me quedaron y no pude llegar hasta tu cama. Salteamos durante un buen rato, que no pude estar contigo, hasta que se doren los trozos de pollo,  y de corazón expuesto a tu orgullo. Apartamos dejando sobre el fondo, de mi alma entera, lo que haya quedado de acite y lo que nos dejó el pollo.

Cortamos en juliana dos cebollas grandes, llorando por ellas y por tí, bañandolas en lo anterior, de paso también en los recuerdos de tu mirada. A fuego lento, siempre lento, como cuando aguardaba a que me miraras y me iba muriendo, a fuego lento. Cuando comiencen a quedar pochaditas, le arrojamos un buen trago de vino, de tus labios y los mios, y las dejamos otro ratito, debajo de tu ventana.

Juntamos el pollo y la cebolla, como nunca pudimos hacerlo tu y yo, y los dejamos que se amen, como siempre  te quise hacer yo. Durante un buen rato a fuego lento, se iba consumiendo mi corazón. De último, antes de morir por vos, un vasito de agua templada, que dejaremos, que me dejó, consumir. Así acabamos éste pollo con salsa de recuerdos, de tú, de mí corazón…

Besos

 

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