Tortilla del tiempo, con vino maduro y sonrisa agradecida

Me dispuse a tener tiempo para disfrutar. Cuatro cebollas medianas y frescas. Una botella de vino Laus del 2003, Somontano, que previamente habia semienfriado en la nevera. Ocho patatas gordas, me encanta llamarlas así, son muy sensuales. De fondo y a modo de ronroneo suave, The Smiths, This Charming Man. Ocho huevos de gallina, de campo, amarillos anaranjados, endiablados y riquisimos. Aceite de oliva, sal gorda (también) y una sonrisa en la cara, de gratitud al dios del tiempo. También aceite de girasol, que luego aclararé para qué lo uso.

Las cebollas primero, me lo piden y les hablo. Una a una las despojo de su delantal de primera piel, para después, agradeciendole su cortesia, cortarlas por la mitad. Sumergidas en aceite a mil grados, cercanos a los del infierno. Ellas van disfrutando del baño, mientras las observo y vuelvo a sonreir. Las aparto, cuando se encuentran a punto de dorarse. Las reservo en un plato limpio, se lo merecen.

Las patatas, las papas, con mimo les aparto el camisón beige, moteado con lunares del tiempo. Pidiendoles permiso las troceo y vuelvo a trocear, dejandolas en daditos. Para luego, sumergirlas en el oliva caliente, que han abandonado, sus primas lloronas. Siempre, en baño de acite de oliva, que todo lo cura. Un sorbo de vino, me recuerda, lo feliz que soy. Las miro de reojo, para que no sientan verguenza y compruebo que ya están pochaditas, e incluso algunas, las mas traviesas, empiezan a estar doradas. Comienzo a rescatarlas de su baño caliente y oleoso. Quedan apartadas en otro plato limpio, merecido.

Los huevos, ocho sobre ocho,  que voy rompiendo cuidadosamente y vertiendo su contenido celular en un recipiente al uso. Me gusta mirarlos, una vez están todos, gelatinosos, acariciandose. Puñadito de sal, gorda, siempre gorda. Los uno, en un baño salvaje, con las cebollas templadas. Para después dar al on de la Termomix, batiendolos, triturandolos al unisono. En una mezcla sublime, de esencias, gritos de jolgorio y caldos templados. Otro sorbito de vino.

Incorporo las papas, con las cebollas trituradas y los huevos. Mezclo, mientras recuerdo. Pongo mi sartén favorita con unas muestras, también de oliva, sobre ella, sometida a fuego fuerte. Espero pacientemente que la sartén me invite a pasar, lo hace justo cuando el aceite comienza a humear. A modo de alud, de papas mojadas con huevo y perfumadas de cebollas, dejo caer sobre la sartén todo lo anterior. También otra sonrisa de cortesia. El golpe primero, asusta lo suficiente al huevo, como para que no se pegue al fondo. Es cuando bajo el fuego, casi al mínimo. Espero y miro la copa de vino, vacia. Tapo la sartén para que se cuaje también por arriba. Dos vueltas después, aparto en un plato de la Cartuja, mi tortilla.

Ah, me olvidaba, el aceite de girasol lo dejo tapado sin abrir, lo aparto a un rincón de la cocina, para después llevarlo a reciclar. Es el mejor uso que se me ocurre, para él.

Besos.

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